Músicas para un año jubilar. Guadalupe 2020 / notas

Notas al programa / Músicas para un año jubilar. Guadalupe 2020

Con este título venimos enmarcando desde 2016 todo tipo de acciones convergentes en el estudio y divulgación del patrimonio musical guadalupense (principalmente vocal) promovidas en época reciente por el Instituto Extremeño de Canto y Dirección Coral como parte del desarrollo del Plan de Acción Extremadura y su Música Vocal & Programación Lírica Extremeña. Las mismas se iniciaron durante el pasado año jubilar con un ciclo monográfico de conciertos y conferencias, pero en paralelo, transcribiendo una serie de títulos para su posterior interpretación. Aquellos resultados pudieron proyectarse más allá de 2016 permitiendo, entre otras cosas, mostrar montar y escuchar composiciones inéditas del Monasterio de Guadalupe en numerosas localidades extremeñas como Arroyo de San Serván, Badajoz, Guadalupe, Valdelacalzada, Puebla de la Calzada, Fregenal de la Sierra, Zafra, Calamonte, Plasencia; llegando incluso hasta Elvas, (Portugal).

Todo surgió tras la configuración de un programa monográfico con ese mismo nombre y propósito que presentó el Coro de Cámara Amadeus para uno de los conciertos del ciclo “Carmina Antiqva 2016”. Cuatro años después, inmersos ya en el nuevo año jubilar guadalupano 2020, es la misma formación Coro de Cámara Amadeus quien reivindica ahora la autoría y origen de aquellas iniciativas presentando un nuevo programa de música totalmente inédita conformado en tres bloques.

Primera parte, música para el servicio religioso de la misa.

Principia el programa el motete a Nuestra Señora Beata Mater compuesto en Guadalupe en el año 1767 por Manuel del Pilar, maestro de capilla del monasterio entre 1760 y 1777. Se trata de una composición para tiple solista (interpretada en esta ocasión por una voz de soprano) y coro a cuatro voces con acompañamiento en la que el coro responde de forma antifonal a las advocaciones del solista. Le sigue la misa Laudemus Dominum del maestro tudelano Pedro Aranaz y Vides, según el Diccionario de la Música Española e Hispanoamericana uno de los compositores españoles más importantes en el tránsito de los ss. XVIII y XIX. Esta obra se conserva en el archivo del monasterio pero no hay razones para pensar que se compusiera en él o para él. En cualquier caso, la presentamos y destacamos aquí como un significativo ejemplo de la estética clásica española en el repertorio musical religioso. Se darán a conocer las secuencias del “Kyrie”, “Gloria”, “Sanctus & Benedictus” y “Agnus Dei”, dejando para otro momento la del “Credo”.

El centro del concierto se dedica a dos dúos. El primero se conserva en el Convento de Santa Clara de Zafra (Badajoz) y está firmado por un maestro del que solo sabemos su nombre, Salvador. En la portada de la partitura manuscrita figura la fecha de 1739, año en el que suponemos su composición. Con humildes recursos musicales determinados por dos voces de tiple y acompañamiento, su autor configura una delicada composición que comienza a aproximarse a la cantada religiosa. Tras este pequeño viaje sonoro a la ciudad segedana el segundo dúo nos devuelve a Guadalupe con una inspirada composición del maestro de capilla Domingo de Santiago, nacido en Santiago de Compostela en 1707 y fallecido en Guadalupe en 1757. Ahora la instrumentación y recursos son más ricos que en el anterior pues en ella figura un violín o flauta obligada. De Santiago ofrece así una composición en forma de doble motete firmada en 1756, justo un año antes de su muerte. El texto es el siguiente: 

Oh, admirable sacramento,

De la gloria dulce prenda,

Tu nombre sea alabado

En los cielos y en la tierra.

Y a la Pura Concepción,

Sin pecado original

Por siempre alabada sea.

La tercera parte del concierto se dedica a un tipo de composición muy peculiar que el Coro de Cámara Amadeus rescata de su programa anterior y que incluye dos villancicos en forma de chanza: “Un maestro de capilla” y “A Belén a ver al niño”.  ambos fueron compuestos por Manuel del Pilar. En ellos veremos la cara más amable y humana de los momentos de asueto en el monasterio durante aquellos años de la décimo octava centuria. Se trata, en definitiva, de lo que debieron ser pequeñas representaciones músico-teatrales escritas por los propios maestros de capilla. El coro ejerce de narrador presentando, explicando y sentenciando las historias de —en ambos casos— dos personajes. La música utiliza formatos muy similares al operístico (aria – recitado – coro) aunque en este caso hay que destacar al coro que adquiere un papel más principal. Ambas composiciones dejarán entrever como trasfondo un lienzo social de la España del s. XVIII que apunta siempre hacia una diferencia de clases protagonizada por dos roles antagónicos.

En el villancico Un maestro de capilla conoceremos a dos personajes que representan mundos irreconciliables: el de los «músicos» y el de los «poetas». Ambos se dan órdenes conforme los requerimientos de sus necesidades; uno pide un texto en octosílabo, el otro no entiende… Y en efecto, ninguno escucha, generando así un diálogo ininteligible propio de dos sordos. Sin embargo, al final, casi como por milagro “el verso tendrá medida y la armonía compás”, consiguiendo componer el estribillo de un villancico al Niño que, por fin, les dará la paz.

El segundo de los villancicos, A Belén a ver al niño, nos contará la historia de un amo montañés de alta alcurnia e hidalguía refrendada por su linaje, fantasioso… —aunque venido a menos económicamente— que marcha a Belén a ver al Niño junto a su criado muchacho, más sensato y cabal. El amo (interpretado por César Carazo) no entiende que el Niño sea tan humilde, y el criado (voz de tiple interpretada por Sara Garvín), asumiendo un rol sanchopancesco, trata de devolverle a la realidad pidiéndole pan o explicándole que su alta alcurnia ya “no le da para un cuarto”. Y que entienda al fin, aquello que las coplas sentencian: “…eso es quedar iguales, amo y criado”.

Alonso Gómez Gallego